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viernes, 31 de octubre de 2014

NO UN OTRO CUALQUIERA

"Por una lógica singular, el sujeto amoroso percibe al otro como un Todo (a semejanza del París otoñal) y, al mismo tiempo, ese Todo le parece aportar un remanente, que él no puede expresar. Es todo el otro quien produce en él una visión estética: le loa su perfección; se vanagloria de haberlo elegido perfecto: imagina que el otro quiere ser amado, como él mismo querría serlo, no por tal o cual de sus cualidades, sino por todo, y este todo se lo concede bajo la forma de una palabra vacía, puesto que Todo podría inventariarse sin disminuirse: en ¡Adorable! ninguna cualidad cabe, sino solamente el todo del afecto.
Sin embargo, al mismo tiempo que adorable dice todo, dice también lo que le falta al todo; quiere designar ese lugar del otro al que quiere aferrarse especialmente mi deseo, pero tal lugar no es designable: de él no sabré jamás nada; mi lenguaje tanteará, balbucirá siempre en su intento de decirlo, pero no podré nunca producir más que una palabra vacía, que es como el grado cero de todos los lugares donde se forma el deseo muy especial que yo tengo de ese otro (y no de un otro cualquiera)"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 32)



jueves, 30 de octubre de 2014

UNA PALABRA UN POCO TONTA

"Al no conseguir nombrar la singularidad de su deseo por el ser amado, el sujeto amoroso desemboca en esta palabra un poco tonta: ¡adorable!"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 31)



miércoles, 29 de octubre de 2014

EN LA CALMA TIERNA DE TUS BRAZOS

"[...] hay ese otro abrazo que es un enlazamiento inmóvil: estamos encantados, hechizados: estamos en el sueño, sin dormir; estamos en la voluptuosidad infantil del adormecimiento: es el momento de las historias contadas, el momento de la voz, que viene a fijarme, a dejarme atónito, es el retorno a la madre ("en la calma tierna de tus brazos", dice una poesía musicalizada por Duparc). En este incesto prorrogado, todo está entonces suspendido; el tiempo, la ley, la prohibición, nada se agota, nada se quiere: todos los deseos son abolidos, porque parecen definitivamente colmados [...] Sin embargo, en medio de este abrazo infantil lo genital llega infaltablemente a surgir [...] Soy entonces dos sujetos a la vez: quiero la maternidad y la genitalidad. (El enamorado podría definirse como un niño que se tensa: tal era el joven Eros [...] la saciedad existe, y no me daré tregua hasta hacer que se repita: a través de todos los meandros de la historia amorosa me obstinaré en querer reencontrar, renovar, la contradicción-la contradicción-de los dos abrazos." 

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 29 y 30)



martes, 28 de octubre de 2014

EXPLOSIÓN ABISMAL

"La explosión de abismo puede venir de una herida pero también de una fusión: morimos juntos de amarnos: muerte abierta, por dilución en el éter, muerte cerrada de la tumba común.
El abismo es un momento de hipnosis. Una sugestión actúa, que me empuja a desvanecerme sin matarme. De ahí, tal vez, la dulzura del abismo: no tengo ninguna responsabilidad, el acto (de morir) no me incumbe; me confío, me transfiero (¿a quién?; a Dios, a la naturaleza, a todo, salvo al otro)"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 26)





lunes, 27 de octubre de 2014

UNA IDEA DE...

"Una idea de suicidio se presenta, limpia de todo resentimiento (ningún chantaje a nadie); es una idea insulsa; no rompe nada (no "quiebra" nada), se adapta al color (al silencio, al abandono) de esta mañana"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 25)





domingo, 26 de octubre de 2014

DICEN...Y ES CIERTO...

"[...] no se debe, dice un matemático, "subestimar el poder del azar de engendrar monstruos" "

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 22)



sábado, 25 de octubre de 2014

EPISODIO AMOROSO

"En términos lingüísticos se diría que las figuras son distribucionales, pero que no son integrativas; permanecen siempre en el mismo nivel: el enamorado habla por paquetes de frases, pero no integra esas frases en un nivel superior, en una obra: es un discurso horizontal: ninguna trascendencia, ninguna salvación, ninguna novela (pero mucho de novelesco). Todo episodio amoroso puede estar, por cierto, dotado de un sentido: nace, se desarrolla y muere, sigue un camino que es siempre posible interpretar según una casualidad o una finalidad, o moralizar, incluso si es preciso ("Estaba loco, estoy curado", "El amor es un señuelo del que será necesario desconfiar en adelante", etc): ahí está la historia de amor, esclava del gran Otro narrativo, de la opinión general que desprecia toda fuerza excesiva y quiere que el sujeto reduzca por sí mismo el gran resplandor imaginario que lo atraviesa sin orden y sin fin a una crisis dolorosa, mórbida, de la que es necesario curarse ("Nace, crece, hace sufrir, pasa", exactamente como una enfermedad hipocrática): la historia de amor (la "aventura") es el tributo que el enamorado debe pagar al mundo para reconciliarse con él"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p.21)  


"La fiebre de la enfermedad la provoca el cuerpo propio. La del amor, el cuerpo del otro"
 Hipócrates

viernes, 24 de octubre de 2014

EL SUSPENSO

"Las palabras no son jamás locas (a lo sumo son perversas), es la sintaxis la que es loca: ¿no es a nivel de la frase que el sujeto busca su lugar-y no lo encuentra-o encuentra un lugar falso que le es impuesto por la lengua? En el fondo de la figura hay algo de "alucinación verbal" (Freud, Lacan): frase trunca que se limita generalmente a su parte sintáctica ("Aunque seas...", "Si debes aún..."). Así nace la emoción de toda figura: hasta la más dulce lleva en sí el pavor de un  suspenso: escucho en ella el quos ego...neptúneo, borracoso"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 20) 



jueves, 23 de octubre de 2014

AZAR E ILOGICIDAD...

"A todo lo largo de la vida amorosa las figuras surgen en la cabeza del sujeto amoroso sin ningún orden, puesto que dependen en cada caso de un azar (interior o exterior). En cada uno de estos incidentes (lo que le "cae" encima), el enamorado extrae de la reserva (¿el tesoro?) de figuras, según las necesidades, las exhortaciones o los placeres de su imaginario. Cada figura estalla, vibra sola como un sonido separado de toda melodía, o se repite, hasta la saciedad, como el motivo de una música dominante. Ninguna lógica liga las figuras ni determina su contigüidad: las figuras están fuera de todo sintagma, fuera de todo relato: son Erinias; se agitan, se esquivan, se apaciguan, vuelven, se alejan, sin más orden que un vuelo de mosquitos"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 20) 



miércoles, 22 de octubre de 2014

EL SENTIMIENTO AMOROSO

"La figura está circunscrita (como un signo) y es memorable (como una imagen o un cuento). Una figura se funda si al menos alguien puede decir: "¡Qué cierto es! Reconozco esta escena de lenguaje". Para ciertas operaciones de su arte, los lingüistas se valen de un algo vago: el sentimiento lingüístico: para componer las figuras no se necesita ni más ni menos que esta guía: el sentimiento amoroso"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 18) 



lunes, 20 de octubre de 2014

CANTO IRREVOCABLE

"Yo, que tengo una juventud llena de voces,
de relámpagos, de arterias vivas,
que acostado en mis músculos, atento a cómo corre y llora mi sangre,
a como se agolpan mis angustias
como mares amargos
o como espesas losas de desvelo,
oigo que se juntan todos los gritos
cual un bosque de estrechos corazones apretados;
oigo lo que decimos todavía hoy
todo lo que diremos aún,
de punta sobre nuestros graves latidos,
por boca de los árboles, por boca de la tierra.

Yo, que irrevocablemente sé de nuestra eternidad definitiva
de nuestra juventud de atentos sueños
y lágrimas despiertas;
de los tercos tambores tercamente sonando
que hay en nuestro oscuro fondo.

Que tengo un par de rotos ojos vivos,
mirando, aún no calcinados,
y unos brazos largos inmensos, eternos como piedras,
como piedras duras y varoniles y tristes.

Que con esos ojos abiertos y sufriendo
sé ver nuestra tierra por la sal blanqueada,
blanqueada por la amarga leche de los senos,
cómo se apaga con los huesos.

Y cómo se apaga y se seca de ceniza la sed
y se pudren las manos, y se curva el silencio.

Yo, que tengo un pobre e inútil corazón
para toda la tristeza
que dejo de sufrir a cualquier hora,
he visto a las madres arenosas y clavadas,
las madres de tezontle, las madres de piedra de metate,
llorando cuantas vivas de cal,
granos amargos,
gotas de plomo.

Lloran piedras de río
sentadas como viejas raíces,
las madres de tierra de la tierra.

He visto y llorado todo esto, yo.
Pero no he llorado todavía.
Hay un océano grande de tristeza.

Quisiera tener un corazón lleno de trigo
y mi pobre corazón es muy pequeño.

Hay que hacer un gran río del mundo,
juntar nuestros pulsos hasta formar un gran cielo.

Un cielo del que llovamos redivivos,
nuevos, virtuosamente limpios y dispuestos"

José Revueltas (1914-1976), escritor y político mexicano





martes, 14 de octubre de 2014

PRAYER IN C: REMIX BY ROBIN SCHULZ (PARA LOS QUE DEJAMOS DE CREER EN DIOSeS...)


"No hubo adioses. No hubo signos. No hubo un gesto. No hubo ni siquiera una señal de que a la mañana siguiente se te tragaría la tierra. No me diste la oportunidad para entregarme a la guerra. No me dejaste el beneficio del ruego. No me dejaste las tardes, ni los amaneceres; tan sólo un eterno crepúsculo que borra horizontes y no me deja seguir. Amanecí en mañanas en las que las esperanzas eran autodeclaradas a pena de muerte. ¿Qué hago si ni siquiera hubo toque de queda? Seguí las huellas de tu calavera azul por todas las farolas de la ciudad sin pistas, hasta que alguien me quitara esta vida altanera que ya no vale nada.
Voy a buscarte en un robo, en un golpe, en un atropello, en un reto de agua helada. Voy a buscar tus ojos de luna (0:33), a ver si emergen de esas caretas que nos hacían mirar el mundo con rebeldía y más causa que la que hay ahora. ¿Y qué haré cuando te encuentre? Pues no creo que pueda perdonarte, pero necesito los adioses para que hagan de cuerdas y echen por fin el telón.
Ahora te busco mientras espero. Me han crecido desesperanzas en aquellos lugares donde crece lo infinito, y sólo quiero tus adioses para no perder más tiempo. No creo que pudiera perdonarte, pues allá donde crece el infinito se hundió mi fe en ti, ahogada en el pozo sin fondo, donde resuenan los ecos, cos, os, s, de mis lamentos, ay, ay, y, y, agarrada al cuello por tu silencio. Imaginar tu pelo entrando en canas, las arrugas surcando las manos con que me tocabas, ¿qué había de mí si decidiste unilateralmente la huida? Tu mirada desvaneciéndose con las mañanas y las tardes que tú sí tienes, y yo, abandonada, en el crepúsculo infinito.
¿Supiste qué les pasó a los niños? Se encontraron sin casa al volver del colegio, se mueren de hambre y de querer saber. No, no, ya no creo que sepan perdonarte. Y yo aún buscándote hasta el fin de los mundos, tampoco creo que te perdone, no, no, ya no, pero déjame sellar este final anticipado, repetido e improvisado. Sólo quiero echar el telón y asistir a mi propio funeral. Ojalá no hubieras comenzado nunca esta función al abrir tus párpados en aquel segundo treinta y tres. Ojalá no, ojalá no. Pasan los años, y en aquel lugar donde crece lo infinito se hundió mi fe, mi esperanza, mi perdón, el tuyo, el del mundo, y sin embargo hay algo que sigue flotando: mi memoria.
Pasan los lustros, te busco, te busco y no te encuentro y sigues callado igual que aquel día en que morimos tú y yo. Ya ha empezado el mar a comerse a la tierra, quedan menos sitios donde hallarte y menos gente de la que diferenciarte, dónde estás, dónde estás, que aquí sigue mi memoria intacta, y ya no te perdonas ni tú"

Javier Barba Garzón inspirado en "Prayer in C" de Lilly Wood and the Prick

lunes, 13 de octubre de 2014

NO ME VISTE...

"No me viste
en el momento en que pasaba.
Te refugiaste entre nuestros muros
mientras yo llamaba.
No me oíste
de gruesos que son los muros.
Tus labios murmuraron mi nombre
y fue, de nuevo, la aurora.
U n día para nosotros dos
con el que ya no contaban el año
ni el amor
ni menos aún los hombres.
Un día
solo, como nosotros"


Edmond Jabés (1912-1991), poeta egipcio, un fragmento de "El regreso al libro" 


domingo, 12 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: MI SOLEDAD

"Todo me hablaba de mi soledad: los animales y sus gritos, las aguas y su silencio... Todo. La ranita triste que croaba en una punta de la laguna bajo una mata de berros. Ella también estaba sola. Y la lechuza de gran cabeza que, en la otra orilla, se ocultaba en el follaje de un enorme álamo. Su canto quejumbroso parecía dirigido a otra lechuza que habitaba un ciprés en medio de la isla. La habitante del ciprés respondía pacientemente y con melancolía a su dolorosa compañera; y la lúgubre conversación de estas aves atravesaba tristemente las lagunas sombrías. Si ningún ruido, venido de sus aguas solitarias, ensombrecía mi corazón, era porque las lagunas me hablaban con sus silencios. Ellas se callaban.
Fue así como yo comprendía mi soledad"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 79 y 80) 



sábado, 11 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: INVENTÁBAMOS

"Vivíamos así, en la despreocupación y en el olvido.
Era todo tan tranquilo, que algunas veces nos pesaba esa tranquilidad. Entonces inventábamos peligros imaginarios"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 60)



viernes, 10 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: EL VERDADERO FUEGO

"Yo no había conocido el fuego hasta aquel día, el verdadero fuego, el fuego, al aire libre. No había visto sino el pobre fuego domesticado, prisionero en la hornilla, el fuego obediente y casero, al que una humilde cerilla le daba vida, y al que no le son permitidas todas las llamas. Se le mide, se le regula, se le restringe, se le apaga, se le enciende; para decirlo todo, se le envilece. No responde sino a la utilidad. Si no fuera necesario para el calor y el alimento, no se le vería ya más entre los hombres. Pero más allá, al aire libre, en medio de los matorrales y sauzales, nuestro fuego era verdaderamente el fuego de los campamentos primitivos.
No es fácil encender este fuego"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 48) 




jueves, 9 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: PASCAL HABLANDO DE GATZO

"Él callaba para mejor atender a sus tareas últiles. Sus pensamientos se aplicaban solo a necesidades : pescar, encontrar un buen fondeadero, tender una lona al sol, resguardarse, preparar la comida. Cuando él decía una palabra nunca lo hacía por el placer de hablar. Jamás un gesto en vano.
Cada palabra contenía una intención, cada movimiento una utilidad. No dilapidaba su alma. Pero su alma estaba aquí. Yo la sentía a mi lado, toda cerrada en ese cuerpo moreno, y, sin duda, un poco sombría. Inseparable de una vida violenta, ella alentaba dentro aquella sangre negra. Se la adivinaba vengativa y fiel.
Todo en mi naturaleza contrastaba con la suya, salvo el gusto del silencio. Pero si yo me callo es por el placer de estar callado. 
Ese placer no excluye el pensamiento; es, sin embargo, un pensamiento ocioso, que vaga, yerra, mariposea, o flota en ese sopor tan favorable a los vanos ensueños. No reflexiono entonces, sino que me abandono a la visión de esas figuras vagas que me pueblan, y si permanezco silencioso es para facilitar a esas sombras fugitivas el acceso de un alma hechizada por sus apariciones"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 42 y 43) 



miércoles, 8 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: PASCAL HABLANDO DE GATZO

"En el fondo del bote, mi compañero dormía. Se hallaba tendido de espaldas, con la cabeza inclinada hacia atrás. Dormía. 
El sueño inmovilizaba su rostro. Un rostro moreno y musculoso, con los pómulos salientes; la nariz corta de ventanillas abultadas.
Los labios parecían apretar su sueño con violencia, y dos grandes párpados negros cubrían pesadamente sus ojos cerrados. Así la máscara del sueño moldeaba con firmeza esa pequeña alma salvaje. Entre ella y la carne del rostro no había nada. Pero la vida circulaba por ella con violencia"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 40) 


martes, 7 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: EL MUNDO QUE HABÍA DESCUBIERTO

"Esto pasó hace mucho tiempo, y hoy soy casi un anciano. Pero aunque me reste una larga vida, no olvidaré jamás aquellos días de mi niñez en que viví sobre las aguas. Esos bellos días están aquí, presentes, con toda su frescura. Lo que yo vi entonces, lo veo todavía y, cuando pienso en ello, vuelvo a ser aquel niño que, despertándose, quedó arrobado por la belleza del mundo de las aguas, que él había descubierto"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 39)


lunes, 6 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: ESTE POCO DE MI

"Por la noche, las aguas, más rápidas, corrían con tal ímpetu, que tuve miedo. Acurrucado en mi prisión, trataba en vano, cerrando los ojos, de olvidarlas. El murmullo confuso de sus olas me llegaba siempre, y turbaba mi alma. Me sentía pequeño, frágil, reducido a este poco de mi que temblaba en una madriguera"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 31)


domingo, 5 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: EN LA PENUMBRA

"En la penumbra, mil insectos zumbaban"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 15) 



sábado, 4 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: LA HUÍDA

"Yo comprendía. Desocupado y solo, erraba un poco por la casa, y luego me iba a sentar bajo la higuera del pozo. Fue allí donde cierto día de abril me tomó la tentación de improvisto. Y supo hablarme. Era una tentación de primavera, una de las más dulces que existen creo yo, para quien es sensible al cielo puro, a las hojas frescas y a las flores que recién acaban de reventar su capullo.
Ésa fue la razón por la que yo cedí.
Partí corriendo a través de los campos. ¡Ah! ¡El corazón me saltaba del pecho! La primavera lucía en todo su esplendor. 
Cuando empujé la puerta que da sobre la pradera, mil perfumes de hierbas, de árboles, de corteza fresca, me saltaron al rostro. 
Corrí hasta un bosquecillo sin volver la cabeza. Las abejas danzaban allí. El aire lleno de polen de las flores vibraba al temblor de sus alas. Un poco más allá, un vergel de almendros no era sino un nevado de flores donde zureaban las primeras palomas del año. 
Yo estaba embriagado.
Los senderos me llamaban socarronamente. "Ven, ¿qué te importan algunos pasos más? El primer recodo no está lejos. Si quietes, te puedes detener delante de la enramada de espinos blancos. " Esas incitaciones me hacían perder la cabeza. Una vez lanzado en esas sendas que serpentean entre dos setos cargados de pájaros y de bayas azules ¿podía acaso detenerme?"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 13 y 14)



viernes, 3 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: EL DESVÁN DE LA TÍA MARTINA

"Pero de todas las habitaciones que podía ofrecerle nuestra vieja casona, ella prefería el desván. Subía allí todas las tardes, allí permanecía hasta la llegada de las primeras sombras.
Era su refugio predilecto; su paraíso. En él se alienaban viejos baúles claveteados de cobre y revestidos de pelo de cabra. Baúles centenarios cargados de viejos vestidos, chaquetas floreadas, blusas de raso, encajes amarrillentos, bordados, zapatos con hebillas de plata, botas de charol. ¡Y qué trajes! Todos de seda o tejidos con hilos de oro, bordes escarchados de lentejuelas de oro y cintas de color plateado, rojo muy vivo, púrpura...Descoloridos, sin duda, y que olían a vejez, ¡pero con qué encanto! Pues de todo esto se desprendía aún el perfume del espliego y de la manzana reineta.
Yo enloquecía al  contemplarlos. ¡Y no eran las únicas maravillas! Venerables retratos de familia colgaban en las paredes de un clavo. En un rincón se amontonaba la vajilla pintada. Dos candelabros de plata reposaban sobre un cofre de ébano. Libros empastados en cuero se arrastraban por el suelo, entre un montón de papeles amarillentos, donde anidaban las ratas... En fin, en el cielo raso se veía suspendido, por la cola y la cabeza, un viejo cocodrilo disecado, regalo de un tío marinero, el tío Aníbal. 
Cuando tía Martina subía al desván, nada en el mundo, según creo, la podía arrancar de allí. Se encerraba, dando dos vueltas a la llave, y no me concedía el derecho de seguirla.
-Anda a jugar al jardín-me decía-. Yo tengo que arreglar los trapos"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 12 Y 13)



jueves, 2 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: PASCAL HABLANDO DE BARGABOT

"A veces se ausentaba durante quince días seguidos, y yo me moría de inquietud. Me poseía un loco deseo de escaparme hasta el río. Pero temía a mi padre, que no se andaba con bromas.
En invierno no era un deseo tan vivo: hace frío, silba el viento, cae la nieve; sería una locura vagar por los campos. Se está bien al amor de la lumbre, y no hay porqué moverse. Pero en la primavera el viento es dulce, el tiempo es ligero. Nos hace falta movernos, salir en busca de aire. Esta necesidad me dominaba como a  todo el mundo. Y el deseo de escaparme era tan violento, que temblaba de miedo. 
Temía ceder a la tentación y partir una bella mañana hacia la aventura.
Lo único que me faltaba era la ocasión"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p. 11) 



miércoles, 1 de octubre de 2014

EL NIÑO Y EL RÍO: LA TENTACIÓN

"Mi padre me advirtió una vez:
-Diviértete, ve donde gustes. No es terreno precisamente lo que te hace falta, pero te prohíbo que tomes el camino que lleva al río.
Y mi madre añadió:
-Hijo mío, en el río hay remolinos donde puedes ahogarte, serpientes entre los carrizos y gitanos en sus riberas.
Todo esto bastaba para que yo no dejara de pensar, día y noche en el río. Cuando pensaba en él, el miedo me caminaba por la espalda, y, al mismo tiempo, un incontenible deseo de mirarlo se apoderaba de mí"

Henri Bosco (1888-1976) escritor francés, un fragmento de "El niño y el río" (p.p. 8)