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viernes, 31 de octubre de 2014

NO UN OTRO CUALQUIERA

"Por una lógica singular, el sujeto amoroso percibe al otro como un Todo (a semejanza del París otoñal) y, al mismo tiempo, ese Todo le parece aportar un remanente, que él no puede expresar. Es todo el otro quien produce en él una visión estética: le loa su perfección; se vanagloria de haberlo elegido perfecto: imagina que el otro quiere ser amado, como él mismo querría serlo, no por tal o cual de sus cualidades, sino por todo, y este todo se lo concede bajo la forma de una palabra vacía, puesto que Todo podría inventariarse sin disminuirse: en ¡Adorable! ninguna cualidad cabe, sino solamente el todo del afecto.
Sin embargo, al mismo tiempo que adorable dice todo, dice también lo que le falta al todo; quiere designar ese lugar del otro al que quiere aferrarse especialmente mi deseo, pero tal lugar no es designable: de él no sabré jamás nada; mi lenguaje tanteará, balbucirá siempre en su intento de decirlo, pero no podré nunca producir más que una palabra vacía, que es como el grado cero de todos los lugares donde se forma el deseo muy especial que yo tengo de ese otro (y no de un otro cualquiera)"

Roland Barthes (1915-1980), filósofo, escritor, ensayista y semiólogo francés en "Fragmentos de un discurso amoroso" (p. 32)