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domingo, 18 de enero de 2015

ADIÓS...OLGA OROZCO

" ´Adiós, tía Valeria. Te vas a aquedar encerrada para siempre entre vidrios ahumados, como en un eclipse. No importa. Igual te verán. Te están espiando para devorarte todos los cajones de tu casa, y las plantas se disecan mientras duermen, y en todos los rincones hay encapuchados de ojos luminosos que hacen señas de tigres de Bengala. Adiós, tía Valeria, tienes las manos frías de las viudas que acarician bandadas de gallináceas negras. No importa. Te quiero igual, aunque tengas una vpz espaciada, tan distante que flota en el aire, como las gasas de los lutos ajenos. Te quiero porque te llamas Valeria hasta en la luna, porque en tres días no me espiaste para verme llorar y porque sé que sabes que yo sé.
Adiós, tía Valeria: no nos veremos nunca más'. Veré años después tu fotografía, y tu estarás cada vez más pálida entre las plantas cada vez más carnosas, con tu cara de saber que yo sé que Alejandro ha muerto.
Y lo sé. Cuando los demás creen que uno no sabe, intercambian miradas de complicidad tan exageradas que bastaría para enterar a cualquiera, o quizá lo hagn precisamente por eso, por puro juego de tentación; cuando sospechan que uno puede sospecharlo, olfatean aprensivamente, como si hubiera un perro muerto en algún lado, mientras hablan con hipocresía de los exquisitos perfumes de la estación; cuando saben que uno ya lo sabe-como Valeria-, se suman al mundo entero para ser nada más que testigos obstinados e indiferentes de 'eso' que nadie puede escamotear, porque ya sucedió, y por lo tanto continuará sucediendo aunque se olvide. Lo sé. Es útil que el abuelo Damián me haya traído hasta aquí, 'antes', hace tres días, y que ahora me lleve puntualmente de regreso, a la hora prometida, en el presagio de la tormenta y de la noche, como si sólo hubiera tratado de escaparle al viento, como si mientras tanto el viento hubiese pasado por mi casa cerrando solo de golpe una puerta que encontraremos cerrada para siempre al regresar. Yo sé que ha sido mucho más que el viento, mucho más que una puerta. Ha sio un precipicio que no me han dejado atravesar con los demás, por primera vez. Lo cayaron más para mí durante los tres días de las dos ausencias, sin saber que esa muerte se me ha cotagiado, a cualquier distancia, y que no me dejará jamás.
¿De qué manera y cuándo lo supe? Lo supe como muchas otras cosas, tratando de ver hasta no ver, o al revés [...] apareció la cara de mi hermano Alejandro.
Cerré los ojo, y con mis ojos cerrados lo vi con sus ojos cerrados. Tenía las mejillas más hundidas, los labios pálidos y un color muy triste, un colo de no volver más a ningún otro color, sino de ir desapareciendo cada vez más dentro de ese mismo color"

Olga Orozco en "La oscuridad es otro sol" (p.16 y 17).