"Ni mirto ni laurel. Fatal extiende
Su frontera insaciable el vasto muro
Por la tiniebla fúnebre. En lo oscuro,
Todo vibrante, un claro son asciende.
Cálida voz extinta, sin la pluma
Que opacamente blanca la vestía,
Ráfagas de su antigua melodía
Levanta arrebatada entre la bruma.
En un rumor celándose suave;
Tras gloria triste, quiere, anhela.
Con su acento armonioso se desvela
Ese silencio sólido tan grave.
El tiempo, duramente acumulado
Olvido hacia el cantor, no lo aniquila;
Siempre joven voz, late y oscila,
Al mundo de los hombres va cantando.
Más el vuelo mortal tan dulce ¿adónde
Perdidamente huyó? Desecho brío,
El mármol absoluto en un sombrío
Reposo melancólico lo esconde.
Qué paz estéril, solitaria, llena
Aquel vivir pasado, en lontananza,
Aunque trabajo bello, con pujanza
Aún surta esa perenne, humana vena.
Toda nítida aquí, vivaz perdura
En un son que es ahora transparente.
Pero un eco, tan solo; ya no siente
Quien le infundió tan lúcida hermosura"
Luis Cernuda (1902-1963), poeta sevillano
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