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viernes, 16 de mayo de 2014

LO QUE EL POETA PIDE AL PINTOR

"[...] el poeta pide al pintor que le aprese las apariencias amadas, las apariencias que desdeña el filósofo. El "fantasma" de las apariencias, que dice Platón, imita la pintura, que es así "fantasma de fantasma". Con qué severidad cruelísima decretaba Platón la abolición de los fantasmas, con cuanto afán justiciero aboga por la primacía de lo real. Sólo lo real ha de existir, es decir, lo real, lo que existe por sí mismo, lo que tiene su presencia entera sin que el hombre vaya en su ayuda. Ni por un momento, se apiada Platón de los "fantasmas" que precisan del hombre para perdurar. Ni por un momento, se apíada del hombre que necesita que perduren sus fantasmas. Con qué fría inexorabilidad establece su muerte sin dejarse ganar por la persuasión, por la sospecha de que los fantasmas esté adheridos a las entrañas del hombre, de que, si bien son "fantasmas" confrontados con la invulnerable realidad de lo que es, son algo entrañable, inmediato y sumido en el corazón del hombre. De que estos fantasmas son la realidad para el amor que los buscara. Dice así Anacreonte: "... Pintor hábil, pintor famoso, rey de este arte que florece en Rodas, pinta según voy a trazarte la imagen de mi amante ausente. Representa su blanda y negra cabellera, y si es posible hasta que exhale sus perfumes; representa sus cabellos relucientes como la púrpura cayendo de su frente de marfil a lo largo de sus mejillas sonrosadas. No separes demasiado sus cejas, mas guárdate de confundirlas; imita la negra curva de sus pestañas tal como ella las tiene, elevadas y tímidas" [...] El filósofo desdeña las apariencias porque sabe que son perecederas. El poeta también lo sabe, y por eso se aferra a ellas; por eso las llora antes de que pasen, las llora mientras las tiene, porque las está sintiendo irse en la misma posesión. Los cabellos negros de la amada blanquean mientras son acariciados y los ojos van velando imperceptiblemente su brillo. Y son por eso más amados, más irrenunciables". 

María Zambrano (1904-1991) en Filosofía y Poesía (p.p. 37 y 38) 



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